21 de noviembre de 2010

Echar de menos

-         Ya no echo de menos a nadie –le comenté a mi amigo.
-          Eso es bueno –me respondió él.

Seguramente pensaba que eso es lo que le gustaría a él. No echar de menos a su hermana, que vive lejos de Barcelona. No echar de menos a Pucca, la perra lista e inteligente de su hermana. No echar de menos a nuestros antiguos profesores y a nuestros antiguos compañeros de clase…

Pero a mí, pensé en mi fuero interno, no me gustaba tener ese sentimiento de no echar de menos a nadie porque eso me hacía recordar que estaba sola. Me hace recordar que echo de menos cosas que tuve y que ahora no tengo. Cosas que nunca he tenido y que quiero.

Sinceramente, ¿cuánto tenemos que luchar para conseguir lo que deseamos? ¿Hay que luchar o hay que esperar? ¿Hay que cambiar? ¿Debemos seguir fieles a nuestros pensamientos o debemos mentir, demostrar lo que no somos para que nos acepten y, ya pasado un tiempo, revelar las mentiras y explicar que todo aquello lo hicimos únicamente para no sentirnos solos, para estar rodeados de alguien que pudiese interesarles un mínimo nuestras vidas? ¿Cuántas cosas necesitamos hacer para ocupar nuestras mentes y mantener alejado ese sentimiento de soledad? ¿Cuánto debemos fingir que estamos bien para que los demás no tengan esa necesidad de sentirse preocupados? ¿Cuál es el tiempo mínimo que debemos fingir para no sentirnos afectados, para no tener que pensar que nadie se preocupa por nosotros?

-           No estoy acostumbrada a no echar de menos a alguien o a algo –le dije, dando por finalizada esa conversación.

Y, sin embargo, he pasado tanto tiempo sola… Hemos estado solos. Hemos vivido solos. Aprendemos a ser autónomos, a valernos por nosotros mismos. Y a pesar de eso, siempre necesitamos a alguien: un padre, una madre, a ambos, hermanos o hermanas, un animal de compañía, un profesor que nos escuche o nos llene la cabeza de cosas insignificantes, un amigo, una amiga, un amor, una nueva persona en nuestra vida para que le dé un sentido o un nuevo rumbo…

Sabemos vivir solos. Sabemos valernos por nosotros mismos. Sabemos todo eso y lo hemos aprendido. Incluso lo hemos asumido. Pero, ¿queremos estar solos? No. ¿Queremos valernos por nosotros mismos? Sí, pero no SIEMPRE.

Queremos compartir. Queremos aprender de los demás. Queremos estar juntos. Queremos estar en contacto porque, por mucho que sepamos muchas cosas, nos necesitamos.
Estar solos nos hace sentir vacíos e insignificantes. Queremos sentirnos necesitados porque queremos hacer algo por el mundo, por la vida o por alguien.
Queremos Ser.
Queremos Sentir.
Queremos que nos Sientan.
Queremos Vivir.
Queremos ser Útiles y no sólo saberlo sino sentirnos útiles y necesitados.
Queremos Ayudar y que nos ayuden.
Queremos Querer y que nos quieran.
Te queremos.
Te quiero.

Gracias, Soledad, por hacernos entender tantas cosas. Por hacernos entender quiénes somos y cómo somos.

Te quiero.
Te queremos.
Pero no conmigo. No con nosotros.


Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor, a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado.
serán ceniza, pero tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.

Amor constante más allá de la muerte por Francisco de Quevedo.

7 de noviembre de 2010

Amor. Enamorarse

Lectores y lectoras de este blog, tengo una pregunta: ¿Qué es el Amor?

Seguro que todos nos lo hemos preguntado alguna vez. No tiene una definición exacta, como muchas otras cosas, ni tampoco existe un “único” amor.

Existe el amor paternal, el amor hacia un hermano o hermana, el amor hacia los amigos (nunca lo llamamos así, pero siempre decimos que les queremos), el amor especial por una única persona, el amor a primera vista, el amor incondicional, el amor platónico…

¿Cómo sabemos cuándo estamos enamorados? No se sabe hasta que no se vive, que no experimentar. Es posible experimentar el amor, estar enamorado o enamorada y ocurrir que, por desgracia, tu relación se rompa y tengas que empezar de nuevo. Podemos pensar: bueno, ahora que ya he experimentado lo que es estar enamorado y querer a alguien, si veo a una persona, me gusta y la conozco, sabré si estoy enamorado/a o no. Lamentablemente, no es así.

¡Pues menudo chasco!- diréis.

Os equivocáis. Eso es lo bonito, precisamente, de volverse a enamorar. Es maravillosa la sensación de volver a sentir ese extraño hormigueo que recorre tu cuerpo. Sentir las mariposas en el estómago. Clavar tus ojos sobre esa persona y no querer dejar de mirarle o mirarla nunca… Pero, al igual que maravilloso, es, también, desesperante  cosas como los momentos de nerviosismo, de no saber qué decir. Las preguntas internas infinitas como “¿Qué piensa?” “¿me ha mirado?” “¿le gusto?” “¿Por qué no me habla?” “¿Le/la estaré molestando?” “Dios, ¿me estoy emparanoyando?”. El no poder quitártelo o quitártela de la cabeza. El no poder dormir por ello…

En mi opinión, esto puede ocurrir tanto acabando de conocer a una persona, como meses después o como años después de haber sido amigos o amigas. Cuando surgen todas estas emociones, sensaciones, sentimientos, dudas, preguntas… es el momento de intentar mantener la cabeza fría. Ser pacientes. Observar. Es difícil, ya que es el momento en el que quieres lanzarte a sus brazos o besarle/a  o cometer alguna que otra locura/estupidez. Sin embargo, si sentimos todo esto y esperamos (dependiendo de la persona más o menos tiempo –no valen 2 días) y resulta que no hay cambio alguno. Que sentimos que queremos estar con esa persona pase lo que pase. Que queremos compartir experiencias con ella, conocerle/a mejor que nadie… Es ahí. Es el punto culminante.

“- Las cosas siempre saben mejor cuando están calientes.
- ¿Incluso si eso significa quemarse?”

No recuerdo dónde he leído esta cita. Es posible que de algún manga, pero… Sí. Incluso si eso significa quemarse. Porque…“Qui no arrisca no pisca”. Sin embargo, hay que saber diferenciar entre “caliente” y “precipitarse”. Creo que las cosas pueden continuar suficientemente calientes como para quemarse sin que uno se haya precipitado. Normalmente, cuando nos precipitamos, las cosas no suelen salir bien. Aunque, por mucho que nos pese después, a veces es inevitable…

Quiero enamorarme. Quiero verle y decir “es él”. Quiero conocerle y darle lo mejor de mí. Darle el cariño que nadie le ha dado y el que no he podido dar. Demostrarle que le quiero, mimarle. Cuidarle. Mirarle con dulzura. Abrazarle…

So if you’re lonely, you know I’m here waiting for you.


Nota: Es tan complicado todo lo relacionado con el amor que ahora mismo la cabeza me da vueltas. Lo tengo todo dentro hecho un lío. Un caos. Y cuando buscas respuestas al sinfín de preguntas, hay miles. Pero cuando buscas soluciones, ¿Cuántas hay?...

La solución no la tienes tú, sino la persona con la que te arriesgas.
Actuar, arriesgarse… esa es la  única solución.
O decides…o decide. ¿Qué prefieres?