- Eso es bueno –me respondió él.
Seguramente pensaba que eso es lo que le gustaría a él. No echar de menos a su hermana, que vive lejos de Barcelona. No echar de menos a Pucca, la perra lista e inteligente de su hermana. No echar de menos a nuestros antiguos profesores y a nuestros antiguos compañeros de clase…
Pero a mí, pensé en mi fuero interno, no me gustaba tener ese sentimiento de no echar de menos a nadie porque eso me hacía recordar que estaba sola. Me hace recordar que echo de menos cosas que tuve y que ahora no tengo. Cosas que nunca he tenido y que quiero.
Sinceramente, ¿cuánto tenemos que luchar para conseguir lo que deseamos? ¿Hay que luchar o hay que esperar? ¿Hay que cambiar? ¿Debemos seguir fieles a nuestros pensamientos o debemos mentir, demostrar lo que no somos para que nos acepten y, ya pasado un tiempo, revelar las mentiras y explicar que todo aquello lo hicimos únicamente para no sentirnos solos, para estar rodeados de alguien que pudiese interesarles un mínimo nuestras vidas? ¿Cuántas cosas necesitamos hacer para ocupar nuestras mentes y mantener alejado ese sentimiento de soledad? ¿Cuánto debemos fingir que estamos bien para que los demás no tengan esa necesidad de sentirse preocupados? ¿Cuál es el tiempo mínimo que debemos fingir para no sentirnos afectados, para no tener que pensar que nadie se preocupa por nosotros?
- No estoy acostumbrada a no echar de menos a alguien o a algo –le dije, dando por finalizada esa conversación.
Y, sin embargo, he pasado tanto tiempo sola… Hemos estado solos. Hemos vivido solos. Aprendemos a ser autónomos, a valernos por nosotros mismos. Y a pesar de eso, siempre necesitamos a alguien: un padre, una madre, a ambos, hermanos o hermanas, un animal de compañía, un profesor que nos escuche o nos llene la cabeza de cosas insignificantes, un amigo, una amiga, un amor, una nueva persona en nuestra vida para que le dé un sentido o un nuevo rumbo…
Sabemos vivir solos. Sabemos valernos por nosotros mismos. Sabemos todo eso y lo hemos aprendido. Incluso lo hemos asumido. Pero, ¿queremos estar solos? No. ¿Queremos valernos por nosotros mismos? Sí, pero no SIEMPRE.
Queremos compartir. Queremos aprender de los demás. Queremos estar juntos. Queremos estar en contacto porque, por mucho que sepamos muchas cosas, nos necesitamos.
Estar solos nos hace sentir vacíos e insignificantes. Queremos sentirnos necesitados porque queremos hacer algo por el mundo, por la vida o por alguien.
Queremos Ser.
Queremos Sentir.
Queremos que nos Sientan.
Queremos Vivir.
Queremos ser Útiles y no sólo saberlo sino sentirnos útiles y necesitados.
Queremos Ayudar y que nos ayuden.
Queremos Querer y que nos quieran.
Te queremos.
Te quiero.
Gracias, Soledad, por hacernos entender tantas cosas. Por hacernos entender quiénes somos y cómo somos.
Te queremos.
Pero no conmigo. No con nosotros.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor, a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado.
serán ceniza, pero tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Amor constante más allá de la muerte por Francisco de Quevedo.