En
el fondo de un pozo brilla una intensa luz.
Es
como un tesoro enterrado en lo más profundo del océano.
El
Sol le tiene envidia y no se apaga ni de noche ni de día.
Con
su luz, hasta el lado oscuro de la Luna brilla.
Se
esconde en los rincones de ese pozo, pero la he encontrado.
- He
visto tu luz – le susurré desde lo alto del pozo, y mi voz retumbó entre las
oscuras y frías paredes de piedra.
Y la
luz parpadeó. Así es como me contestó.
-
Será un secreto. Lo prometo. – le hice entender que no desvelaría su paradero y
la luz, agradecida, se tornó más cálida todavía.
Y
desde entonces, guardo en mi pecho tu luz y calidez.
En
las noches frías y oscuras, como las paredes de piedra que te envolvían, me
arropas.
Me
despierta, me ilumina y me guía cada mañana, cada día.
Me
da vida y alegría.
Y si
algún día sales de ese pozo y decides esconderte en otro lugar en el que no
pueda volver a encontrarte, no importa.
Sé
que estás aquí. En algún lugar de este mundo. Existes. Guardo tu recuerdo, el
momento en que te vi y te conocí.
Eres
mi guía, mi esperanza y mi ilusión.
Hasta
el día en que la muerte venga a buscarme, estarás en mi corazón.
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